Papelina
1975 - 1978
La Papelina es el resultado del trabajo final realizado en la entonces denominada Facultad de Bellas Artes, hoy Facultad de Artes, que tenía el propósito de realizar el estudio de un elemento natural para generar otro nuevo, similar al estudiado, que pudiese insertarse dentro de la naturaleza como una especie creada por el ser humano. Se eligió el fruto de la mandarina y haciendo un estudio morfológico de sus partes, se buscó la manera de crear una nueva especie construida con papeles impresos para tal fin.
En primer lugar se hicieron dibujos de diferentes cortes y partes del fruto, tomando medidas realizando las observaciones que se consideraban de interés para el proyecto.




Después de realizar variedad de estudios se comienza a proyectar la manera de construir un objeto similar con papeles recortados, doblados y pegados. En un principio se trató de llegar a un resultado aceptable a través de sucesivos ensayos, corrigiendo errores. Pero fue imposible. Entonces se decidió abordar el estudio de Geometría descriptiva, para partir de proyecciones y buscar las medidas reales de cada uno de los planos.
Diez gajos de papel, de características similares y una caja contenedora, también de papel, que reprodujera el formato externo del fruto fue el resultado que se logró después de tres meses de estudio y trabajo.




Realizado el diseño básico de las partes del nuevo fruto, se diseñan los aspectos superficiales de los volúmenes. Diversidad de texturas se prueban como posibles para realizar las diferentes matrices.








Decidido el diseño final se realizan las matrices para imprimir las diferentes partes. Para los gajos se hacen planchas de yeso que se graban para realizar impresiones manuale del relieve. Para las cáscaras se graban al aguafuerte y aguatinta planchas de zinc.
Una vez realizadas las estampas se marcan, cortan, doblan y pegan, creando tres ejemplares de diferentes características.
Cajones de madera impresos con stencil resguardan cada uno de los ejemplares.
Hay varios textos que acompañan el proceso de trabajo. Se transcribe aquí un poema.
Quisiera tener algo más que lo infinito
para recortarlo, doblarlo y armarlo
a mi antojo.
Crear la forma sin final
que sea una caricia cálida.
Descubrir el color que aún es secreto
por obra de los indiferentes y abúlicos
– que son más que muchos –
para imprimirle el matiz preciso
que genere luz difusa.
Hacer un objeto que sea un variar constante
concretar lo indefinido viviente,
que retumben sus latidos
y deje a su paso
una estela de ínfimas partículas sonoras.
Quisiera crear un mundo
que quepa en la inmensidad de una gota
y tenga la sutileza de una mosca;
que sea tan curioso como una nube o una piedra.
Quisiera que solo en un suspiro
ese mundo saliera de mí.
Y ver que es bueno.
Porque crear es la única manera
de apreciar el verdadero valor de lo ya hecho.